A altas horas de la noche, cuando el mundo se vuelve silencioso, los pensamientos más ruidosos empiezan a aparecer. Se arremolinan en el si...
A altas horas de la noche, cuando el mundo se vuelve silencioso, los pensamientos más ruidosos empiezan a aparecer. Se arremolinan en el silencio, haciendo eco de preguntas que tengo demasiado miedo de responder. La que más me persigue es: ¿ Alguien me extrañaría si me fuera?
No es una pregunta que hago a la ligera. No nace de la autocompasión, sino de una dolorosa soledad de la que parece imposible escapar. Miro a mi alrededor, a las personas de mi vida, a los rostros que pasan a mi lado, y me pregunto si he dejado una huella suficiente como para que me recuerden, o si simplemente me he fundido con el fondo, invisible y sin importancia.
Pienso en los momentos en los que me sentí invisible, no escuchada y no amada. Repaso las veces en las que pedí ayuda y solo recibí silencio, y las veces en las que oculté mi dolor porque no quería ser una carga para nadie. ¿Alguien lo notó? ¿A alguien le importó?
La verdad es que quiero creer que soy importante. Quiero creer que mi presencia marca una diferencia en la vida de alguien, aunque sea de maneras pequeñas y silenciosas. Pero la duda tiene una forma de colarse, susurrando que tal vez estoy equivocada. Tal vez soy solo otra cara entre la multitud, fácil de olvidar.
Y, sin embargo, en el fondo, hay un destello de esperanza. Es frágil, pero está ahí. Me dice que, aunque no lo vea, aunque no lo oiga, puede que sea más importante para alguien de lo que creo. Me dice que las cosas más pequeñas (una sonrisa, una palabra amable, un momento compartido) pueden dejar una huella en el corazón de alguien, aunque nunca lo diga en voz alta.
Así que me aferro a esa esperanza. Me aferro a la posibilidad de que yo importe, de que alguien allá afuera me extrañe más de lo que las palabras pueden expresar. Y si alguna vez te has sentido así, si alguna vez te has preguntado lo mismo, quiero que sepas algo: tú también importas.
Aunque el mundo parezca frío e indiferente, aunque te sientas olvidado, no eres invisible. Alguien extrañaría tu forma de reír, tu forma de preocuparte, tu forma de hacer que se sientan menos solos. No eres reemplazable.
Y tal vez, sólo tal vez, el hecho de que todavía estemos aquí, todavía resistiendo, sea una prueba de que el mundo sería un poco más oscuro sin nosotros. Así que, quedémonos. Aferrémonos a esa frágil esperanza y dejémosle recordar que nuestra existencia importa, incluso cuando no podamos verlo nosotros mismos.
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