Hay un vacío dentro de mí que las palabras apenas pueden describir, una pesadez que se aferra a mi pecho y hace que cada respiración se si...
Cada vez que me miro al espejo me recuerda una versión de mí que conocía: alguien que creía en su valor, que soñaba libremente y que sentía que era importante. Pero en algún momento del camino, esa luz se apagó y ahora deambulo por los días preguntándome si estoy destinada a ser una sombra.
Anhelo una conexión, no solo con palabras o gestos fugaces, sino con la profundidad de saber que alguien realmente me ve. Anhelo un amor que se sienta como en casa, seguro, cálido y acogedor. Sin embargo, cada intento de acercarme parece caer en el vacío, lo que me lleva a preguntarme si estoy pidiendo demasiado.
No es que no haya gente a mi alrededor. Sonríen, hablan, siguen con sus vidas. Pero nunca me he sentido más aislada. La soledad no está en la ausencia de los demás, está en los abdominales.
Lo que más me rompe es el silencio. El silencio cuando comparto mis luchas y nadie me escucha de verdad. El silencio cuando espero consuelo y no llega. El silencio que llena los espacios donde
Sin embargo, en medio de este dolor, aún queda una pequeña y frágil esperanza. Me susurra que tal vez, solo tal vez, no soy tan invisible como siento. Tal vez haya quienes se preocupen por mí, incluso si no saben cómo demostrarlo. Tal vez el amor esté ahí afuera esperando, incluso si se siente imposiblemente lejos.
Para cualquiera que lea esto y sienta el mismo dolor, quiero que sepa que no está solo. Este dolor no nos define y no significa que no seamos dignos. Es un capítulo de nuestra historia, no el libro entero. Algún día, espero que ambos encontremos el amor que buscamos, no solo en los demás, sino en nuestro interior. Hasta entonces, aferrémonos al frágil hilo de la esperanza. A veces, eso es todo lo que necesitamos.
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